La víspera de Konisberg: el relato de un filósofo kantiano.
Emanuel Kurf, joven de 25 años de edad que vivía en la ciudad de México, en compañía de su padre y madre. Su padre, José Luis Vargas, todo un intelectual mexicano 43 años, con 5 libros publicados, 3 en España, sobre teoría política, y 2 en México, sobre literatura y poesía, descendiente de una familia aristócrata y de raíces españolas, que residí a escasas cuadras de la villa de Guadalupe al norte de la ciudad de México, por supuesto, junto a su hijo, y su esposa Dennis Konisk, alemana de nacimiento y mexicana por adopción, por vivir casi 15 años en México. Ella, era maestra de alemán, y literatura universal, en la UNAM, e investigadora, por el departamento de lenguajes extrajeras, con sólo 39 años de edad. Recientemente Kurf, había concluido sus estudios en la facultad de arquitectura de la UNAM, aprobando su examen profesional con unanimidad, del jurado, pero aun, no sabía que hacer, ni qué estudiar. Si decidía estudiar, su primera opción era el extranjero, en Alemania, la tierra natal de su madre, donde estudiaría en la Universidad de Friburgo, una maestría en tecnologías para el diseño de puentes y edificios. Sin embargo, Emanuel Kurf, en el fondo de sí mismo, dudaba de él, pues cada vez se interrogaba, si debía continuar preparándose de lleno en la arquitectura, pues, sabía que tenía trabajo seguro, y buen sueldo, pero al parecer, eso, dejo de ser una preocupación para Kurf. Pues, observaba a su padre, como tomaba gusto y afecto por los libros, cosas, que siempre le trasmitía. Esto, le producía a Kurf una cierta motivación para hacer lo que su padre, quizás le manifestaba a través del lenguaje poético.
Pero Kurf no esta muy seguro de ello, puesto que, cuando sólo tenía 8 años, su actitud era desinteresada hacia los libros y la lectura, eso provoco en él, un rechazo a los libros, hasta llegar aborrecerlos, lo cual no podía contenerse, al borde de preguntarse cada vez con mayor insistencia, lo siguiente; -¿Para que me sirve leer eso que cada vez a ti te gusta papá?- De modo que, las historias, cuentos, comics, literatura y demás cosas que su padre le ofrecía, las ignoraba, e incluso llego a quemar los libros que su padre le había regalado en alguna ocasión. El interés del pequeño Kurf, estaba más influenciado por los consejos y enseñanzas de su tío, Carlos Vargas, hermano de su padre. Quien por cierto, había estudiado en la facultad de arquitectura, y artes plásticas de la UNAM. El intento de su tío, por enseñarle valores y metas al pequeño Kurf, de apenas 8 años, era con el propósito de que no cayera en el mismo juego de palabras que su padre, un escritor e intelectual, que todavía no tenía reconocimiento en la vida intelectual de México, pues escribía y hablaba de cosas, así, como los filósofos, que dices cosas que sólo ellos entiende, y nada más nos enredan. De hecho, el padre de Kurf, había estudiado filosofía en Alemania, donde ahí conoció a la que hoy es su esposa, lo curioso, es que ella, su esposa, fue su maestra de alemán en la Universidad de Berlín, ahí, donde más tarde el padre de Kurf se doctoro en filosofía. Por su parte, el tío de Kurf, Carlos Vargas, calificaba frecuentemente a su hermano de absurdo, y arrogante, precisamente porque no tenía sentido leer, ni escribir cosas, que no se relacionaban de modo alguno con la vida concreta y práctica. De cualquier modo, el tío de Kurf, sabía que ese no era un buen camino a seguir, y por eso, debía de tomar un camino cuyo rumbo trazará una mejor vida para Kurf, sin estar escribiendo palabras sin sentido alguno.
Después de todo, el problema, era que el padre de Kurf, José Luis Vargas, no había percibido en buena medida los desagradables consejos, y comentarios en contra de él, cuando en realidad las cosas no eran así, sino al contrario. El padre de Kurf, por eso, un día se dió cuenta, al escucho decir a su hermano, -¿Qué la literatura es para los soñadores?, o sea, para aquellos que piensan y viven una vida color de rosa, pues nunca será posible de comprobarse tal cosa, ya que sueñan, y despiertan, pero otra vez vuelven a soñar, y tú padre vive así. Además, ¿de qué te sirve leer?, si finalmente la gente con los años sigue creyendo que es más importante comer y trabajar que estar leyendo-, afirmó, Carlos Vargas, el tío de Kurf. Todo eso, lo escucho Kurf en su recamara, recientemente que había llegado de la escuela, tras un día pesado y cansado, para ese entonces el buen Kurf, había dejado de ser niño, pues ahora ya tiene 12 años, y su conciencia, cada vez cimienta las enseñanzas de su tío. Pero en ese instante, el padre de Kurf, accidentalmente, también escucho eso que su hermano dijo acerca de él, precisamente cuando él iba pasando sobre la puerta de la recamara de Kurf, pues, él, pronto se dirigía como de costumbre al café, a leer y a seguir escribiendo su próxima novela, (por cierto, relacionada con Kant, aquel filósofo de la Modernidad, y parte aguas de la filosofía alemana del siglo XVIII). Al escuchar a su hermano decir cosas que reprobaban su profesión, el padre de Kurf, se resistió, y espero el momento, para aclarar las cosas con su hermano. Creía, José Luis Vargas, el padre de Kurf, que no era el lugar, ni el momento para dialogar sobre el mal comentario, que descalificaba los gustos y deseos por los libros. Aunque si bien, José Luis, le hubiera dicho a Kurf, que su tío había fracasado en las artes plásticas, no por su mal trabajo, sino porque él, nunca adquirió gusto y deseo por el arte sino como ganar dinero.
Sin embargo, el padre de Kurf no lo hizo. Pasaron los años, era el mes de mayo de 1985 en México, D.F. y Emanuel Kurf ya tenía 18 años, estaba apunto de salir del bachillerato en la UNAM, muy bien sabía, que su pase casi lo tenía asegurado para entrar a la Universidad, el punto, ahora, era saber cual sería la carrera que estudiaría. En una ocasión, el padre de Kurf, junto con su madre, le pidieron a Kurf, hablar a fondo sobre que carrera estudiaría en la Universidad, antes de ello, debía revelarle dos cosas, un secreto familiar, y un problema que vivía su padre. El secreto familiar, era algo que desde hace tiempo estaba en la cabeza de su padre, pero que provenía del seno familiar de su esposa, pero José Luis Vargas, aun no tenía el atrevimiento de manifestarlo. A pesar de que Kurf, no le gustaba leer ni escribir, así, su padre decidió decirle, con un tono sensible, pero a la vez muy emotivo, esto; –Kurf, ya estas a unos pasos de salir del bachillerato, sólo restan 3 meses para eso, ¿ya pensaste qué es lo que deseas estudiar?, yo, y tu madre, respetamos cualquier decisión que tomes. No obstante, hay una herencia que desde este momento te pertenece, e incluso te servirá para estudiar lo que quieras-, muy pronto brillo el rostro del joven Kurf, suspiró, y creyó que era dinero, o algo parecido. Pero aclaro su padre, -hijo, no creas que es dinero, al contrario, te ayudara como guía, y a la vez de apoyo-. Por su parte, la madre de Kurf, nerviosa, le dijo a su esposo en frente de Kurf, -¡ya dile a tu hijo de una vez por todas, sobre eso!- con un lenguaje un tanto disparejo de su madre, pues como era alemana, su pronunciaba del español no era muy buena. Tras escuchar a su madre, Dennis. José Luis, con gestos en su rostro, y muecas en su boca, producto por lo que le había dicho su esposa, no se contuvo, e hizo presente esa emoción que residía en él, un sentimiento de esperanza e ilusiones.
Porque lo que le diría al joven Kurf, no era cualquier cosa, por un lado tenia un significado histórico-familiar, y por el otro, un condicionamiento que viviría su padre durante los próximos 6 meses. Llego, para el padre Kurf revelar eso, que él había anticipado minutos antes. Por eso, le dijo a Kurf, esto, –hijo, siento mucho que desde pequeño no te allá gustado leer ni escribir como a mi, no es un reproche, pero coincide que esa herencia tiene que ver con los libros- Kurf, con un rostro de tristeza, y rotundamente desilusionado, sobre lo dicho por su padre, contestó, -pero, papá, ¿porque tu insistencias con los libros?, sabes que no me gustan, y ¿para que?, ¡otras vez tu rollo!-, le responde su padre, -hijo, no esta en mi esta herencia, de hecho es un regalo de toda una generación por parte de la familia de tu madre, yo, sólo soy el mensajero, por cierto, no son 10 libros nada más, sino es una biblioteca completa, desde literatura, antropología, filosofía y escritos antiguos, que hoy, muy raro encuentras en un aparador de una librería de la ciudad de México, e incluso hijo, hay libros del siglo XVIII, con decirte que hasta fotografías de los abuelos y tatarabuelos tuyos, hay-, el padre de Kurf, con un rostro emotivo, pero al mismo tiempo con una fuerza que sólo él podía explicar, porque la magnitud de sus palabras no sólo sacudían los oídos de él, sino valoraba el paquete que nadie tenia a la mano. Pero, había un problema en el fondo de él, sabía que Kurf, no se interesaría en lo mínimo, y terminaría vendiendo, o en su defecto regalando la biblioteca que la familia de su madre, había guardado por generaciones, y ahora le pertenecía a Kurf. En seguida Kurf dijo, -papá, agradezco mucho de tú parte eso, y a mamá, pero no tengo el suficiente interés para hacerme cargo de la biblioteca, no me gusta- su madre, de inmediato, dijo, -¿cómo puede ser que no te des cuenta del valor de esta herencia Kurf?
Con llantos en los ojos y parpados, fríamente melancólica, su madre, por el hecho de que su hijo, no se había empeñado en por lo menos en aceptar tan precisable herencia, sino al contrario, negarla. Después, su padre le dijo a Kurf, -mira hijo, de cualquier modo, aquí te entrego en este paquete los datos donde encontraras la biblioteca, ahí vienen las llaves, y escrituras de la casa en la que se halla la biblioteca y la dirección, porque no esta en México sino en Alemania. Por otro lado, hijo, lamentable, que tiene que ver conmigo hijo-, arguye el padre de Kurf, -temo decirte que, la vida no es eterna como parare ser, en los cuentos o historias, hace 2 meses, fui al médico a practicarme unos estudios puesto que presentaba dificultades para respirar, desgraciadamente me diagnosticaron cáncer en la garganta-. Emanuel Kurf, sorprendido por lo último que había dicho su padre, rápidamente corrió a abrazarlo, y soltó lagrimas, porque sabía que su padre, ya estaba condicionado a morir, así, como todos, sólo que la única diferencia era que aun nosotros no sabemos, y su padre de Kurf sí, pues el médico le había dicho que la enfermedad estaba demasiada avanzada, y le restaban sólo 6 meses de vida. Eso, hizo, que Kurf, entrara en una depresión, porque aunque no seguía al pie de la letra las enseñanzas de su padre, el amor por su padre, era sincero y desbordante, quedaba claro, que Kurf, lo quería mucho, tanto que le dijo en ese momento, -papá, no sé que responder a lo que en este momento he escuchado, pero, te quiero mucho, recuérdalo muy bien-, en ese instante, fugaz y doloroso, su padre, le contestó, -hijo, no te preocupes por mi, la vida es pasajera, y no queda nada, sólo resta esperar el momento, no sé cuando sucederá, pero creo que esta muy cerca.-
Al parecer, el momento más emotivo de la vida de Kurf, fue aquella tarde de mayo de 1985, cuando su padre le decía que la vida es pasajera y no queda nada. Despidiéndose de su hijo y de su esposa, José Luis Vargas se preparaba para entrar en trance con la muerte, lo que sacudió en su esposa, dolor y angustia. Ya que ella no sabía nada, lo único que sabía, era sobre la biblioteca que le dejarían al joven Kurf, pero no sabía de ningún momento que su marido, el intelectual mexicano que conoció en Alemania años atrás, tenía cáncer en la garganta. Lo que provoco en ella, un desmayo, tal fue el impacto que tuvieron que llamar al médico para que asistiera a Dennis Konisk, madre de Kurf. Al día siguiente, Dennis ya se encontraba recuperada en casa, junto a su hijo Kurf, y su esposo, José Luis, tratando de asimilar la noticia que les había anunciado el día anterior. 4 meses después, para ser exactos, el 13 de septiembre de ese mismo año, el padre de Kurf, había pasado a buena vida, y aunque el médico había diagnosticado 6 meses de vida, la sugestión metal de una enfermedad como el cáncer, hizo en la conciencia del padre de Kurf, un final inesperado, en el cual, termino por agonizar por falta de oxigeno. A partir de ésta perdida en la familia Vargas Konisk, el joven Kurf vivió a lado de su madre, un cambio radical en su vida, donde la tristeza embargaba su hogar, su espíritu, sus sueños, y hasta el modo de vida, porque era difícil adaptarse a desayunar, comer, cenar sin él. En esos momentos, fue como apareció Carlos Vargas, el hermano del difunto, José Luis Vargas, tras un prolongado distanciamiento sobre todo con Kurf. Apareció, para brindar apoyo al sufrimiento de su cuñada y a su sobrino. Lo que lo impuso a decir, con lagrimas en los ojos, y casi arrepentido; -Kurf, a pesar de que en algún momento te dije que tú padre, era un absurdo, ahora, comprendo porque lo hacía, porque él, en todo eso que hacia y decía, siempre mostro afecto y gusto, algo que a mi, Kurf, me sigue faltando-. La sorpresa que se llevo Kurf, algo que movió sus ideales por unos segundos. Muy pronto, Kurf respondió, -tío, siempre creí que tú eras así, de mostrar gusto y afecto por las cosas que haces, algo que quizás nunca vi en mi padre.- En ese año, Kurf no ingresar a la Universidad, precisamente porque no sentía muy bien, como para estar decidiendo, sobre todo que estudiar. Al año siguiente Kurf, ingreso a estudiar Arquitectura en la UNAM, y junto a su madre empezaron a forjar una vida normal, ya sin la presencia de José Luis Vargas. 4 años, por fin Kurf había concluido exitosamente la licenciatura en arquitectura, por cierto, había recibido un premio por la mejor innovación de puentes y edificios en su facultad, a parte, había aprobado su examen profesional con unanimidad ante un jurado exigente y crítico. Para entonces, Kurf, ya tenía 23 años de edad, y tenía las ganas de estudiar un posgrado en el extrajera, pero antes de eso, su madre, le había dicho que viajarían a Alemania a visitar a su poca familia, que casi no conocía Emanuel Kurf, él, acepto, y pensaba que por su paso por primera vez en Alemania, aprovecharía para informarse sobre que universidades en ese país, le ofrecían un programa de estudios de acuerdo a sus intereses. Kurf y su madre, llegaron a la ciudad de Berlín en junio de 1990, ahí a la casa de sus padres, de Dennis, sus padres eran unos ancianos de casi 90 años, cada uno. Una tarde de ese mismo mes y de ese mismo año, a días para regresarse a la ciudad de México, Dennis, madre de Kurf, le dijo a su hijo, -Kurf, recuerdas lo que hace 5 años te dijo tu padre antes que muriera, sobre aquella herencia tan negada por ti, recuerdas, es la dichosa biblioteca, acá tengo el paquete por si quiere ir a conocerla- Kurf, contesto.
-Seriamente, esta bien, iré por la tarde a conocerla.- Por la tarde, Kurf, tomo el paquete y salió de la casa de sus abuelos, enseguida se subió a un taxi, ahí abrió el paquete, que estaba bien sellado. El paquete, presentaba maltratos por el tiempo que estuvo guardado, al parecer en un sitió húmedo. Así, Kurf, le dio la dirección al conductor del taxi, y dijo; -me lleva al pueblo de Konisberg, calle, Emanuel Kant No. 31, entre Zedllitz y Wollner, por favor-, para ese entonces él ya sabía hablar alemán porque su madre años atrás le había enseñado. Kurf, llego al sitió que en alguna vez le había hablando su padre. Saco del paquete, unas llaves, para abrir la puerta, la casa tenía una fachada muy colonial y con diseños del siglo XVIII, al entrar observo que había fotografías antiguas, quizás de sus antepasados, se fue acercando, poco a poco, hasta encontrar un pasillo repleto de libros viejos, y con mucho polvo, como si nadie hubiera entrado a ese lugar por años, caminaba lentamente, al mismo tiempo iba notando como estaban acomodados los libros, llego al final del pasillo, encontró una puerta, la abrió. Y en el fondo había una fotografía de un filósofo. Eso hizo, acercarse más para poder apreciar la imagen, que al parecer estaba muy maltratada por lo años, esa foto, por lo visto era de una familiar de Kurf.
Viví a oscuras por mucho tiempo, porque nunca entendía porque mi padre me insistía en leer y escribir, ahora, puedo comprender el significado de esos libros viejos, aquí, en esta víspera de Konisberg, pues me preguntó: ¿qué hubiera pensado mi tatarabuelo Kant de mí?