El eterno retorno como analogía del futbol
Nietzsche fue un filósofo alemán influyente del siglo XIX que se caracterizo por criticar el proceder de una tradición europea rodeada de valores omisos, prácticas y formas de vidas determinadas en buena parte por las instituciones eclesiásticas. Nuestro filósofo alemán habla del eterno retorno aunque Mircea Eliade igual, sólo que Nietzsche asegura que la historia en términos causa-efecto finalmente vuelve a llegar después de todo al inicio donde por primera vez partió; dicha afirmación se remonta con los estoicos pero en Nietzsche llama la atención por la singularidad y tenacidad de su personaje, Zaratustra, o mejor conocido como el súper-hombre quien juega con los objetivos de un pueblo y una cultura que desea un “progreso”.
He tomando por un momento la idea nietzscheana del eterno retorno para hablar en concreto de la apócrifa participación de la selección mexicana de futbol en el bello mundial de Sudáfrica 2010. Se habla con frecuencia de la motivación, de los retos que tiene en puerta el futbol mexicano, detrás de esto quizás se encuentra un entramado de intereses económicos que mueven a los directivos de la FMF a calificar a la “selección” a un mundial. Ahora me pregunto: ¿De qué sirve calificar a un mundial, si siempre es la misma historia?, esto ¿Acaso no ha sembrado en miles de conciencias una negatividad que descarta sin más la posibilidad de un 5to partido? Al parecer, la participación de la selección mexicana de futbol en el mundial de Sudáfrica 2010 –y en los anteriores- han dado lugar al eterno retorno; porque comienza –a veces bien o casi siempre muy mal- su participación en los mundiales: siempre se sueña, jamás se visualiza dicho sueño por diversas circunstancias, o aun peor se vuelve a soñar.
Mi opinión no pretende generalizar sino al contrario intenta mostrar una especie de manía o debilidad en el mexicano. Así, busco analizar el comportamiento de los “seudo-jugadores” mexicanos frente a otras posibles rivalidades dentro de los mundiales de futbol. Un comportamiento que Octavio Paz en su libro el Laberinto de la soledad ya sienta como una problemática social y mundana. En México esto crece hasta el grado de copiar esquemas o prototipos de culturas ajenas a la nuestra, como tomar la apariencia del pachuco.
Donde el mexicano suple ese esquema del “pachuco” para abandonar la historia de su cultura, de su identidad. En infinidad de veces vemos en la TV, escuchamos en la radio, o consultamos el internet, que la selección mexicana trabaja con otra "mentalidad", que esperan hacer un buen "papel," que harán "historia", basta ya. Es lamentable decir que la selección mexicana ha caído en un eterno retorno, no para bien sino para mal; más que lograr triunfos deportivos sólo ha derivado más frustraciones, porque en cierta medida el reflejo de los jugadores mexicanos es la referencia de la idiosincrasia, de la poca conciencia humana, del débil espíritu de lectura, y en suma del síndrome de ocio.
Independiente de la eliminación del mundial por fallas arbitrales, y de la poca valentía de reconocer un gol, que contingentemente “hubiera” cambiado el rumbo del partido vs Argentina en el mundial de Sudáfrica. Finalmente, el eterno retorno como analogía del futbol mexicano es iniciar con un sueño y terminar nuevamente soñando en “hacer historia” otra vez de ese sueño. A mi juicio, la historia no se “hace” sino se forja, se activa mediante prácticas que siempre se “resisten” de un modo u otro. La revolución mexicana y la independiencia de México quizás sean un ejemplo: manos a la obra.