Espejos de un futuro: cine y ciencia
Lo que he percibido últimamente en la sociedad contemporánea, es idolatrar una especia de “thinking about the future” ó pensamiento del futuro. Que normalmente se revela a través de la “publicidad” que logra atraer la atención de legos, intelectuales, ciudadanos, políticos, cibernautas, religiosos y demás. “El fin del mundo” por ejemplo, es un futuro aparentemente cercano que supone casi siempre lo devastador que podría ocurrir. En el cine encontramos ese punto; hace un par de meses se estreno el filme “2012” de Roland Emmerich, la cual se basa en el candelario maya que anticipa el “fin del mundo” en ese año provocado por los estragos del cambio climático.
A mi parecer, el cine futurista o denominado cine de catástrofe arroja al menos dos posibilidades; la primera consiste en un “hermetismo publicitario” en el espectador, curiosidad insoluble y atractiva para comprar. La segunda, “advierte” lo que ocasionaría si no se aplican medidas preventivas, y convenios internacionales principalmente entre países que contamina más para evitar desprender gases. Desafortunadamente, la primera se logra mantener en boca de todos pero la última tiene pocos efectos en la sociedad por cambiar su mundo, pues siguen consumiendo en exceso sin pensar los daños.
El cine futurista regularmente va acompañado de la ciencia, entendida ésta como aquella que se fundamenta por conocimientos obtenidos de la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados. La ciencia aparece en el cine como la “varita mágica” que lo puede todo hasta cierto punto, digo esto, porque no puede crear a un dios u otro mundo hasta este instante. En el filme “2012” los chinos logran construir afortunadamente una barca gigante con espacio suficiente para albergar a sus animales y por supuesto a humanos. Dicha “varita mágica” nos da una esperanza momentánea de lo que podría pasar en el mundo, gracias a los avances de la ciencia y la tecnología hoy en día.
Walter Benjamín, dice en sus Tesis sobre la historia que “la historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino el que está lleno del tiempo del ahora”. El “tiempo de ahora” es aquel que no esta tan preocupado por el futuro, de hecho no cree en él, no porque sea malo sino porque no existe como tal. Sólo es una expectativa, un sueño más, es algo fácticamente todavía imposible. Hablar del “futuro” en nuestra sociedad es describir una vida mejor pensada como progreso; ¿por qué siempre se afirma un futuro como una mera utopía, pues se habla constantemente de él, pero nunca llega?, expresiones como “viene lo mejor”, “algún día” aluden al futuro, la pregunta es ¿cuándo “viene lo mejor”, mañana, el otro año, diez años?
Benjamín era enemigo de ese progreso que predicaba el historicismo no porque sea el ideal, sino porque es un “progreso arreglado” por quienes dictan el proceder de la historia, los triunfadores. Es lamentable escuchar en los programas de TV aventurarse hablar del “futuro”; cuando en realidad no tiene claro su presente ni mucho menos hacen algo por él, que finalmente constituye parte de una historia aunque no legitima de todo saber sino de posibles singularidades "del tiempo de ahora".