Gadamer: cartografía de la tradición
La tradición es una noción inacabada en la hermenéutica filosófica de Gadamer, debido a que no tiene una definición explicita que permita entender la dimensión ontológica de la comprensión. Y por tanto, saber en realidad el objetivo de la propuesta de Gadamer sobre la tradición. Sin embargo, la tarea de Gadamer es infinita precisamente por la vital apertura a diversas interpretaciones y su anclaje al círculo hermenéutico dibujado por Heidegger para dar lugar al horizonte del intérprete, como resultado de un aprendizaje no sólo para el hermeneuta sino para la rehabilitación de la tradición, es decir, de algo que permanece en nuestro acontecer y que nos determina de algún modo.
La tradición para Gadamer puede pensarse parcialmente de este modo; “las costumbres se adoptan libremente, pero ni se crean por libre determinación ni su validez se fundamenta en ésta. Precisamente es esto lo que llámanos tradición…”[1] Aquí, vemos la tensión entre algún tipo de principio fundador, y la derivación de usos y costumbres en el acontecer del hombre en su historicidad; bien, dice Gadamer que las costumbres no se determinan por su libre determinación puesto que existen más tradiciones, cuyo valor es similar una con la otra, lo cual no se excluyen, sino se complementan como tal para su horizonte de comprensión.
La derivación de usos y costumbres significa que como sujetos constituimos un marco de referencia esencialmente histórico que implica conductas, acciones y modos de vivir en un lugar con el fin de convivir humanamente la relación con los “otros” y la permanencia que nos mueve por esta relación, la tradición. Con esto, inicia el carácter de la tradición según Gadamer.
La rehabilitación de la tradición que lleva acabo Gadamer en sí confronta una problemática en especial con la Ilustración; su naturaleza reside en anular a la tradición, es decir, en suspender los prejuicios del pasado como rezago metodológico y atraso de utopías que han provocado más problemas y variedad de conflictos entre saberes de tipo científico y social. Por eso, la Ilustración fundamentalmente con Kant representa el aire de pureza por rescatar a un pueblo que no piensa por sí mismo; pasar de una estrategia emancipadoras, conductista y oficialista a una reverencia hacia la razón, derogar todo lo que sea conveniente para nuestro entorno.
El problema que ve Gadamer en la Ilustración como un periodo histórico para la cultura Europea, es que el tenor de la razón posibilita reflexionar y transformar de una manera radical e ideológica a la sociedad como moneda de cambio, que en poco tiempo se devalúa. Esto, sin duda elimina a la tradición porque la Ilustración olvida lo dicho en el pasado, borrón y cuenta nueva, y piensa en superar proyectos y utopías que en un momento dado no funcionaron, y si funcionaron no arrojaron los resultados para dar paso a nuevos logros y descubrimientos en la política, economía y especial en la ciencia. Ya que el proyecto ilustrado se distingue por su enorme fervor a la ciencia positiva y con esto contribuye a forjar una política económica sustentable que posteriormente se observa en países desarrollados.
De este modo, la tradición queda excluida de todo proyecto ilustrado pues en la misma “tradición es esencialmente conservación, y como tal nunca deja de estar presente en los cambios históricos.”[2] Efectivamente, aunque se escuche muy radical la tradición se caracteriza por ser conservación de algo; de valores, de creencias, de cultos y de una serie de prácticas que se ubican en una localidad tal. Por esta sencilla razón la Ilustración no entre en el mismo juego de verdades y disposiciones que la tradición de Gadamer examina.