La existencia como economía en Antonio Caso
Le Dantec fue un biólogo francés que influyó considerablemente en las ideas de Antonio Caso. Por ello, Caso afirmar que “todo ser vivo se define por la idea de lucha”[1], así se torna la vida en muchas ocasiones, porque se lucha por algún fin en común; se lucha por hambre, por agua, por sobrevivir, por adaptarse al medio pero en esta lucha sólo los más aptos sobreviven, simplemente porque tienen las condiciones necesarias para luchar contra quien interviene en su camino, lucha que nunca acaba, siempre es constante entre quienes desean alcanzar un desarrollo y quienes logran.
Así pues, la lucha es sinónimo de vida, de conseguir nuestras metas, nuestros sueños y de superar a los demás, con el hecho de apostar todo para conseguir los objetivos en este mundo; donde lo “otro” es diferente a mí, ajeno a mí persona, es como dice Sartre el “otro” es mi enemigo, mi infierno, mi martirio. Por esto, el “otro” en tanto ser vivo se define como egoísta, egoísmo que radica principalmente en el mundo pues “el mundo es la voluntad del egoísmo”[2], en ella encontramos muchas afecciones que nos muestran la voluntad de vivir, tal como lo pensó Schopenhauer.
De este modo, la vida se convierte en una economía por alcanzar un fin, fin que jamás será logrado por todos sino sólo por aquellos que han sobrevivido de muchos cambios, y se han reproducido para mantenerse en este mundo. De manera que, después de adaptarse al medio fácilmente se reproduce para conservarse primero como individuos, y más tarde consolidarse una especie. Este supuesto de la selección natural de Darwin apunta una preocupación existencial meditada por algunos filósofos modernos.
Según Caso, esto último ocurre con los hombres debido a que cada uno trata de existir desde el punto de vista biológico, sencillamente porque desde que se nace se aspiran a nutrirse, desarrollarse y reproducirse, frente al mundo que es cambiante no es estable, es una voluntad que va adquiriendo sentido al paso pero fundamentalmente en la vida misma. Por eso, “la reproducción, sobreproducción ininteligible es, como la muerte, buena prueba de que la vida no puede ser fin en sí.”[3]
De modo que, la vida como economía es un caminar cuyo destino esta determinado por el egoísmo; la vida es la prosecución de la muerte como parte de la reproducción, del vivir, del crecer y de luchar por un propósito especifico. Tal vez no se trate del ser-para-la-muerte de Heidegger, pero si se trata de un radicalidad que nos duele porque la muerte es un estado de disposición, que no se experimenta ó se piensa a priori más bien se vive.
Con esto, la vida de la que nos habla Caso es aquella que se rige por un principio de corte personalista; el máximo de provecho con el mínimo de esfuerzo; provecho que se presenta como una fuerza permanente frente a lo demás, se trata de una radicalidad de las disposiciones en el mundo. Por otro lado el mínimo de esfuerzo, consiste en el desinterés de aquello que me es ajeno a mi, y por supuesto de conseguir un fin a costa de todo sin mostrar sacrificio posible, es un existir de manera bergsoniana pues “existir consiste en cambiar, cambiar es madurando, madurar creándose indefinidamente a sí mismo.”[4]
Cabe señalar, que “cambiar” nos arroja un proceso que radica en reproducirnos de manera física en tanto ser vivo, lo cual sigue en esa preeminencia de lucha continúa con los demás. Sin embargo, “cambiar” como proceso de reproducción en seres vivos se piensa como simples objetos, pues el estatus de la existencia como economía según Caso afirma que, “la vida es una finalidad inmanente de acaparamiento”[5] en otras palabras, la vida pretende ser apropiada a un modo; donde no hay cabida a lo mundano como lo cotidiano, debido a que los seres humanos (hombre y mujeres), gente razonable no tiene una relación como persona, ya que no toma en cuenta la espiritualidad, los valores, la ética, las acciones, el pensar, etc.
[1] Antonio Caso, La existencia como economía, como desinterés, como caridad, Edición SEC, facultad de economía UNAM, México, 1943. p. 2
[2] Ídem, p. 153.
[3] Ibídem, p. 35
[4] Henri Bergson, abreviatura de La evolución creadora, Revista de occidente Argentina, 1947, p. 29.
[5] Cfr. Antonio Caso, La existencia como economía, como desinterés, como caridad, Edición SEC, facultad de economía UNAM, México, p. 24.