La geopolítica y la historicidad del ser.
“El pensamiento de Ser y tiempo está contra el humanismo” (Heidegger, 2001, 38). El rechazo al “humanismo” se debe en gran medida a considera al hombre como sustancia de lo ente en tanto “sujeto”, así como pensar en la “existencia” efectiva como principio de la metafísica tradicional. El humanismo de Heidegger está íntimamente vinculado con la política; porque ésta no consiste en una democracia o parlamento, buscar la esencia o el origen de lo político, es decir, “una comprensión original de ethos (…)” (Lacoue-Labarthe, 2007, 98), que edifica en el Da del Sein como un modo de polis, no en el sentido griego, lo contrario, en sentido del espíritu alemán.
Desde Platón, la política adquiere un carácter universal que se visualiza al final en el idealismo; el filósofo es el único individuo que puede gobernar la república, donde la voz del artesano, guardián y demás no juegan un papel trascedente en la comunidad de Platón. Mientras, Heidegger considera que el universalismo es precisamente el que la metafísica ha promulgado desde la tradición filosófica, y por tanto, no se puede derogar en la mundanidad del mundo; sino en sólo en lo “abstracto”. También, Heidegger niega lo político moderno porque es lo que ha acabado con las culturas originarias, ya que el cosmopolismo, el mestizaje, los derechos humanos representa sin más un olvido de ser.
La Revolución francesa es la expresión más destacada de toda Europa, en ella se gesta la lucha por la libertad, la igualdad, etc., para formar un Estado soberano para las sociedades modernas. Por su parte, Heidegger propone una revolución conservadora, o bien una vuelta atrás, que implica preservar la historia del espíritu de Alemania. Para esto, se debe de plantear una nueva realidad alemana en el que la educación, la música, el derecho, la filosofía, y hasta el mismo modo de hacer política se renueven en toda su extensión.
La nueva realidad según Heidegger es pensar la historicidad del pueblo; “ser histórico significa como pueblo entero que la historia no es el pasado, no el presente, sino un actuar y cuestionar trascedentes” (Heidegger, 2000, 87). A mi juicio, el punto de emergencia de la nueva realidad es precisamente el de un pueblo árido, que tiene ex–sistencia y esencia, manteniendo la pureza racial como una jerarquía que se impone en la historia del Ser. Ahí, es donde reside la geopolítica de la ontología heideggeriana, en que Alemania reafirmar la grandeza y verdad interna de un pueblo histórico en tanto Ereignis.
Por eso, Heidegger “pensó que dejando a la metafísica así misma, pasando a narrar la historia del Ser a lo que llamó, pensar desde el Ereignis (el acontecimiento, el suceso, la apropiación)” (Rorty, 1993, 106). De este modo, el humanismo de Heidegger más que tener un sesgo político considero que tiene un impulso cultural, que aterriza en el nacionalsocialismo y que se presenta en Ser y tiempo, como una ontología que no marca el origen trágico de la filosofía; señala el nacimiento racista de la filosofía.[1] Tal humanismo es el resultado de la segunda Guerra Mundial, que interroga culturalmente la posición de otros países europeos, respecto a su ciencia, de su literatura, y sobre todo de su filosofía en la catástrofe ocurrida.
La geopolítica de Heidegger se caracteriza por conservar las raíces de un pueblo histórico, y de asumir una tarea cultural para perseguir el destino del espíritu alemán; donde “el hombre es el pastor del ser” (Heidegger, 2001, 39), es decir, en la verdadera esencia del hombre mismo se da el ser.
Si analizamos culturalmente tal afirmación de nuestro filósofo, nos daremos cuenta que se refiere a la esencia del hombre “alemán”, contraponiendo una lucha contra a los demás humanismo incluyendo al de Sartre, que a falta de ex–sistencia y origen, siguen estando insertos en la metafísica de la existencia y en función de la praxis.
La lucha de Heidegger por lo ocurrido en la segunda Guerra Mundial, es en gran medida el reflejo de proteger el humanismo de los pueblos históricos, de aquellos que luchan contra el colectivismo, el subjetivismo, internacionalismo, y principalmente por defender una identidad cultural. Mucho se comenta que el nacionalsocialismo es una ideología aberrante, que se centra en un totalitarismo y desprecio a los judíos, pero no se destaca que el motor de esta ideología es precisamente una lucha por el espíritu de Alemania.
Heidegger está en esta tarea por defender la cultura alemana; las implicaciones que surgen de esta ontología son, por ejemplo, excluir a los negros por el hecho de que están “ahí” pero no “son”, es decir, carecen de historia y por tanto, no son auténticos. La grandeza de este movimiento afirma Heidegger consiste, en que la “patria de este morar histórico es la proximidad al ser” (Heidegger, 2001, 39), y sólo a través del ser es posible comprender la propia historia.
[1] Véase la ponencia de Julio Quesada. Heidegger: “de la tarea hermenéutica como <<destrucción>> (1922) a la <<selección racial>> como <<metafísicamente necesaria>> (1941) pasando por su adhesión al nacionalsocialismo (1933-1945)”. Conferencia dictada para el Instituto de Filológicas de la UNAM. México, 26 de mayo de 2011.