Luce Irigaray: la búsqueda de voces perdidas

Publicado en por Heriliam

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Luce Irigaray representa ante todo una mujer preocupada por la situación histórica que han pasado millones de mujeres en el mundo dentro del ceno familiar, social, cultural y político. Su postura adquiere eco en el terreno de la filosofía como una protesta feminista en contra de una tradición masculina imperante, que no sólo resuena en la historia de filosofía desde Platón hasta Hegel sino en todos los campos de conocimiento existentes hasta hoy, donde el papel de las mujeres se ha reducido a una cuestión puramente maternal y biológica.

Sor Juana Inés de la Cruz es un ejemplo, que durante su època  las mujeres debían dedicarse exclusivamente a las labores domesticas y maternales, por tanto, la mujer de ese entonces estaba limitada a estudiar y a otra practicas donde los hombres eran los únicos. Ante esto, Irigaray propone como tesis la diferencia sexual, agrega que “la diferencia sexual es imprescindible para el mantenimiento de nuestra especie, y no sólo por ser el lugar de la procreación, sino también por residir en ella la regeneración de la vida.”

Irigaray resalta aquí un concepto que me parece importante para su tesis, se trata de la regeneración, ésta se presenta como una vía positiva para el feminismo pero difícilmente Irigaray la lleva hasta sus últimas consecuencias, porque dice “los sexos se regeneran uno a otro, al margen de la reproducción”. Ahora la duda es, ¿por qué aludir a la reproducción para dar cuenta de la regeneración?, sí, la reproducción finalmente atiende en el fondo a la procreación, cuyo estatus de la mujer es visto como una “fabrica de bebes” por la tradición patriarcal y la cultura en general. ¿Pero entonces Irigaray que nos quiere decir en realidad?  

A mi juicio el problema de Irigaray reside en no aclarar bien los conceptos, aun aclarados dichos conceptos no son compatibles con su tesis, porque nunca dice en que sentido esta entendiendo a la reproducción ni mucho menos a la procreación para así definir la diferencia sexual. Cabe aclarar, que esta crítica no esta basada en prejuicios conservadores ni mucho menos “machistas”, aunque debo de reconocer que también soy parte de esa cultura que ha dejado huellas en mi vida y que Irigaray critica. Más bien mi critica es cuestionar la tesis de Irigaray por no ser muy especifica en los conceptos y sus consecuencia.

Por otro lado, es cierto que la mujeres en cualquier esfera social no han sido muy bien recibidas por lo hombres, en cuanto a escucharlas o reconocer sus derecho de mujeres, pero mujeres no pensándolas como incapaces o inferiores a los hombres sino en todo caso entendiendo su capacidad reflexiva y crítica. El mal recibimiento hacia las mujeres se ha ocasionado por diversos factores determinados por tradición masculina. Irigaray destaca el lenguaje y la cultura relacionados con la diferencia sexual. El lenguaje según Irigaray es un marcador que permite determinar o describir las actividades diarias pero sólo de la cultura masculina, esto es, que el lenguaje y la cultura son preferentes para el hombre en su vida. (es similar a la crítica que hace Michel Foucault donde dice que el lenguaje (las palabras) ha sido inventadas y está estrictamente controladas por un mecanismo de poder-saber, esto, apropósito de los aires bienaventurados de Nietzsche ).

En mi opinión Luce Irigaray más que criticar el lenguaje de toda una tradición o de una cultura, ella busca el reconocimiento del discurso femenista en los diferentes espacios donde todavía no han sido escuchadas, tal reconocimiento le daría mucho más crédito a su postura feminista, sí se plantea desde un problema lingüístico no sólo a nivel discursivo sino también desde las experiencias concretas de cada mujer, es decir, saber cuales son las oportunidades que ellas tienen en algún lugar donde no son  bien recibidas, lugares comúnmente indígenas donde se siguen costumbres típicas que deshumaniza a la mujer hasta verla como un objeto, que sólo habla cuando se le pide. En México todavía hay caso de ese tipo, (como Chiapas) que desgraciadamente son obstáculos de una cultura que no termina por incorporarse a las nuevas ideologías modernas o posmodernas, y que no lo harán porque para ellos sería el fin de su cultura. 

  

Luce Irigaray, Yo, tu, nosotras, Editorial Cátedra, 1992, Madrid, p. 13.

Ídem, p.13

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