Sociedad de los terceros
La ausencia de orden y racionalidad en una sociedad como la nuestra es cada vez más latente en la realidad mexicana; su exaltación se encuentra en los problemas de todos y de nadie, en asuntos que afectan los interereses particulares de un grupo de sujetos anónimos, llenos de valor y dolor en su lucha por ser correspondidos y escuchados. La revolución mexicana vivió en carne propia movimientos que apelaban al menos en el discurso oficial a una justicia social, que exigian una serie de necesidades para los esquemas sociales y políticos de aquella época. ¿Hasta qué punto nos encontramos a una salida de nuestros problemas? Al parecer estamos lejos, la gente más desprovista sigue añorando los valores revolucionarios de una generación indeleble en la historia y sin duda clave en la vida de México. Walter Benjamín, decía que la justicia o las leyes sólo la conocen los eruditos del Derecho, no existe en la realidad como parte de lo cotidiano. Nos encontramos en la posmodernidad liquida o mejor dicho en la sociedad de los terceros. Es decir, en el tiempo de las manifestaciones, bloqueos o marchas en pro de sus inquietudes institucionales, locales o territoriales.
La sociedad de los terceros se caracteriza por ser tolerante hasta donde su propia consciecia le resulte. Sin embargo, Slavoj Zizek, afirma que la tolerancia es un agente que potencialmente es creadora de algún tipo de violencia; la cual se encarna quizás en el discurso, en la divinidad, en el ego, en el enojo, etc.. Así como la tolerancia llega ser óptima y compasiva ante los demás, también suele ser un síntoma peligroso para las prácticas, discursos y modelos políticos. La tolerante es una expresión que en algunas veces es forzada y regresiva, nadie podría ser tolerante si se impone, aprender a ser tolerante es más fácil con la ayuda de los otros, respetando. Quiero decir, que los otros deben tener un uso racional y emocional de sus actos. Nadie se come lo que no le gusta, menos de un modo obligado.
Es cierto que tenemos derecho a la intolerancia siempre y cuando no afecte a terceros. Por el contrario, tal intolerancia flajela las sensibilidades, el orden y la racionalidad de los sujeto, es probable que nos encontremos ante la muerte de la tolerancia. Sin duda, la sociedad de los terceros constituye un vistazo a las necesidades de los otros y las mías, de modo que no existe un equilibrio entre lo individual y lo colectivo; sólo importa lo que exijo y no me importa afectar a terceros&. Es tajante pero cierto, en realidad los menos culpables son los otros, o sea afectar terceras personas, sin embargo, es la carnada o plataforma para incidir en las autoridades. Los terceros son las victimas de un castigo generalizado, presos del sin sentido y el show de este tiempo, parco, aciago y trivial.